Muchos hablan de emprender políticas de RSC, de contribuir a un mundo mejor. De invertir medios en colaborar con algo del cual desconocen, real y empíricamente, su alcance.
Con la apertura de este blog queremos contribuir tanto al conocimiento del concepto como a sus aplicaciones prácticas. Las que verdaderamente importan. Las que cambian cosas y nos hacen crecer.
¿Y qué mejor modo de comenzar esta andadura que tener un concepto sobre el que trabajar y avanzar? Podréis encontrar múltiples y variadas definiciones de responsabilidad social corporativa desde que se empezara a hablar de ella allá por los años 50. Sí, no es algo novedoso o de moda.
Una buena integración de todas ellas podría ser:
Un modelo corporativo e institucional global donde los valores y relaciones gestionadas deben mostrarse sensibles a los intereses y necesidades de sus grupos de interés, sin dejar de lado la sostenibilidad y entorno donde se ubique. Acciones, decisiones y políticas que se ofrecen como respuesta a las demandas de la sociedad.
El Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa la define como una forma de dirigir las empresas basado en la gestión de los impactos que su actividad genera sobre sus clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y sobre la sociedad en general.
No hay que confundir RSC con RSE (responsabilidad social empresarial). La RSC va mucho más allá del estricto ámbito privado. Aglutina a todos los estamentos de la sociedad, comenzando por las propias instituciones y organismos públicos y acabando por nosotros mismos. Todos estamos incluidos en ella. Todos contribuimos a su valor.
De todas las características comunes (satisfacción de grupos de interés, transparencia, triple dimensión económica, social y medioambiental, responsabilidad de impacto) en todas las definiciones que podamos encontrar, es la VOLUNTARIEDAD la más importante. De nada sirve obligar al cumplimiento de algo surgido para y por el bien común.
“La responsabilidad social empieza donde acaba la ley” (Keith Davis).
El valor y fin de la RSC no es sólo una acción social concreta o la prueba esporádica de la filantropía de los dirigentes. De un “lavado de cara” o una obligación legal impuesta. Es un camino constante de compromiso. Un viaje que ir programando a diario. No es marketing, es esfuerzo y deseo de implicación. Un deber ético con todo lo que nos rodea.
Y, en este blog, iremos colocando nuestras baldosas para que deje de ser un tema recurrente y se convierta en una premisa diaria que seguir y cumplir.
En Columbares apostamos por ejercer RSC, ¿y tú? ¿Te apuntas?
