La cumbre COP29 (la cual se está celebrando en Bakú- Azerbaiyán-) ha puesto en el centro de la atención la situación crítica del Mar Mediterráneo frente al cambio climático. En este sentido, un informe presentado durante el evento por la red MedECC (Expertos Mediterráneos sobre Cambio Climático y Ambiental) ha revelado que el aumento del nivel del mar podría tener consecuencias devastadoras para las zonas que baña, desplazando a cerca de 20 millones de personas hacia finales del siglo XXI. De hecho, actualmente, el nivel del Mediterráneo aumenta a una tasa de 2,8 mm por año, lo que supone el doble de la media registrada en el siglo XX. Según las proyecciones de los expertos, para 2100 este incremento podría alcanzar un metro, lo que tendría efectos especialmente severos en las costas del sur de Europa, el norte de África y Oriente Medio. Entre las infraestructuras en riesgo se encuentran carreteras, trenes, aeropuertos e incluso áreas patrimoniales de alto valor cultural.
En relación a las zonas más vulnerables, cabe destacar que un tercio de la población mediterránea vive en zonas costeras, lo que ya de por sí las expone a inundaciones recurrentes. Países como Grecia, Italia y España están identificados como puntos críticos junto con sus aeropuertos y redes de transporte altamente vulnerables. Además, los cambios en las precipitaciones y las olas de calor marinas incrementan la presión sobre los recursos hídricos, los ecosistemas y las economías locales, aumentando exponencialmente la inseguridad en toda la región. Por tanto, el impacto del aumento del nivel del mar no se limita a la infraestructura; millones de personas, como se ha expuesto anteriormente, podrían ser desplazadas permanentemente. De esta manera, las comunidades costeras se enfrentan a la amenaza de perder sus hogares, lo que deriva en consecuencias sociales y económicas graves, especialmente en las zonas menos preparadas para afrontar desastres climáticos.
Por todo lo anterior, parece evidente que se necesitan acciones inminentes en este sentido. De hecho, en la COP29 se ha enfatizado la urgencia de aplicar estrategias efectivas de adaptación y mitigación. Estas incluyen la restauración de humedales, el uso de soluciones basadas en la naturaleza y el impulso a la transición hacia fuentes de energía renovables. Además, se ha destacado la importancia de una cooperación transfronteriza que involucre a científicos, legisladores y comunidades para desarrollar un marco sostenible y resiliente para toda la región mediterránea. El Mediterráneo, uno de los ecosistemas más ricos y culturalmente significativos del mundo, se enfrenta a un futuro incierto si no se toman medidas inmediatas para lo que, en el transcurso de la COP29, se ha querido dejar claro que la acción climática en esta región no solamente es una prioridad local sino un imperativo global para proteger a las generaciones futuras. La transición hacia la sostenibilidad ya no es opcional, es indispensable.