La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en muy poco tiempo en una parte fundamental de nuestras vidas, con especial énfasis en el entorno laboral, ya que está impulsando avances en una amplia gama de sectores. Sin embargo, cabe preguntarnos si es sostenible y si genera impacto ambiental. Las respuestas a estas cuestiones parecen ser concretas: la IA, a pesar de sus posibilidades, sí tiene una huella de carbono significativa que es necesario analizar pues pone en jaque la sostenibilidad.
Por un lado, el consumo de energía es uno de los principales factores que contribuyen a generar huella de carbono, ya que los modelos de inteligencia artificial, especialmente los utilizados en el aprendizaje profundo (procesamiento de datos inspirado en el cerebro humano), requieren una cantidad significativa de energía para funcionar. Los servidores y centros de datos que alojan estos modelos funcionan constantemente y consumen, por ello, cantidades elevadas de electricidad. Al igual, el entrenamiento de modelos de inteligencia artificial es altamente costoso en términos de energía ya que este proceso implica múltiples iteraciones y requiere la potencia de cálculo de superordenadores, lo que contribuye aún más a este gasto. Por tanto, todo esto aumenta las emisiones de carbono relacionadas con la producción de electricidad y, por tanto, generadas por la IA.
Pero, ¿y la refrigeración y mantenimiento de los dispositivos? Para mantener los centros de datos en funcionamiento y evitar el sobrecalentamiento de los servidores se necesita una refrigeración constante que implica sistemas de enfriamiento que consumen energía adicional y contribuyen, también, a generar una considerable huella de carbono. Además, la fabricación y el mantenimiento de hardware de alta tecnología también generan emisiones de este tipo.
Al mismo tiempo, la rápida evolución de la tecnología de la inteligencia artificial puede llevar a la obsolescencia temprana de equipos y dispositivos lo que conlleva un aumento en la producción de hardware y una mayor huella de carbono. A este respecto, la eliminación inadecuada de dispositivos electrónicos obsoletos puede tener un impacto negativo en el medio ambiente.
¿Hay soluciones?
Es esencial abordar el impacto ambiental de la inteligencia artificial desde una perspectiva constructiva en la que recoger soluciones que minimicen su impacto en la huella de carbono que genera en el medio ambiente en general. Por ejemplo, la optimización de algoritmos de manera las técnicas de entrenamiento de la inteligencia artificial requieran menos recursos energéticos. Por otro lado, la utilización de energías renovables es también un punto interesante, sobre todo de cara al consumo relativo a los centros de datos que alojan los sistemas de inteligencia artificial.
Por último, la concienciación sobre el impacto en el medio ambiente de la inteligencia artificial es un buen punto de partida al igual que establecer regulaciones que limiten las emisiones de carbono asociadas a la misma. Así, nos estaremos asegurando de que la tecnología y la innovación van de la mano de la sostenibilidad y la responsabilidad ambiental para un futuro más verde y sostenible.
