Desde los inicios de la humanidad, el comportamiento humano ha estado intrínsecamente ligado a la relación con su entorno. Al igual, a medida que hemos ido evolucionando lo ha hecho nuestra forma de interactuar con los recursos a nuestro alrededor. Es por ello que la economía circular, un concepto contemporáneo, plantea la pregunta intrigante de si esta mentalidad es, de hecho, algo inherente al ser humano desde tiempos remotos.
Desde una perspectiva antropológica, nuestros ancestros dependían directamente de la naturaleza para su supervivencia. La caza y la recolección eran prácticas que respetaban el equilibrio natural de los ecosistemas. En este sentido, se podría argumentar, por tanto, que el respeto por los recursos y la búsqueda de un equilibrio eran fundamentales para ellos. Conforme la civilización avanzó, el pensamiento humano se desarrolló y se formaron sociedades más complejas al igual que surgieron patrones de consumo que distaban de la sostenibilidad. De hecho, encontramos en la Revolución Industrial un punto de inflexión, impulsando un modelo lineal de producción y consumo, en el que los recursos se extraían, utilizaban y descartaban sin considerar el impacto ambiental.
No obstante, al mirar más de cerca la Historia, encontramos ejemplos de sociedades que practicaban principios similares a la economía circular. Civilizaciones como la romana y la china reutilizaban materiales y practicaban la gestión sostenible de recursos en cierta medida. Estos ejemplos sugieren que, aunque no identificaban este enfoque como «economía circular», la esencia de la idea estaba presente en su modo de vida.
El cambio hacia una mentalidad más lineal coincidió con una rápida urbanización y la aceleración de la producción industrial. Sin embargo, a medida que avanzamos en el tiempo, el costo ambiental de este modelo se hizo evidente por lo que surgieron movimientos ambientales y la conciencia sobre la necesidad de revertir este curso se expandió. Así, en las últimas décadas hemos sido testigos de un resurgimiento de la economía circular como respuesta a los desafíos ambientales contemporáneos por lo que la preocupación por la sostenibilidad y la gestión eficiente de recursos ha llevado a repensar la forma en que producimos y consumimos bienes. En este sentido, la economía circular no es sólo una tendencia moderna, sino quizás una redescubierta conexión con prácticas ancestrales. La conciencia ambiental se ha convertido en una fuerza impulsora, recordándonos que la supervivencia a largo plazo está intrínsecamente ligada a la capacidad de vivir en armonía con nuestro entorno.
Por todo esto, la economía circular puede considerarse como un retorno a principios que, de alguna manera, siempre estuvieron presentes en la narrativa humana. Si bien revisando nuestro pasado podemos encontrar inspiración para un futuro más sostenible, el desafío radica en fusionar la sabiduría de antaño con las innovaciones modernas, creando un equilibrio que beneficie tanto a la humanidad como al planeta al que llamamos hogar.
